miércoles, 17 de marzo de 2010

El cepo que aprisiona a la Argentina

Por Merched Antonio Mitre , Córdoba 6 /03/2010
Hace demasiado tiempo que venimos afirmando que la Nación Argentina arrastra dos cuestiones estratégicas (aunque en realidad son dos en una porque se interrelacionan) desde hace 30 años sin ser resueltas y que se encuentran en la base de todas sus dificultades y problemas porque debilitan su decisión soberana: la deuda externa y el litigio con Inglaterra sobre la soberanía de nuestros espacios terrestres y marítimos en el Atlántico Sur.
Estos asuntos son la pesada herencia recibida de la dictadura militar, que le fue transferida sin beneficio de inventario desde el inicio, como onerosa condición a su existencia, a la democracia que nacía, en un acuerdo tácito con la clase política que se sostiene hasta hoy.
Por esta razón la democracia que nacía, minusválida y condicionada porque tenía vedada la revisión crítica y la resolución de estos temas, fue encapsulando a la Argentina impidiéndole la toma de decisiones estratégicas que la proyectaran con una identidad y un rol definidos de nuevo en el mundo, y condenándola en su ejercicio solo formal e instrumental, al esfuerzo estéril de quien trata de resolver los problemas sin remover las causas y a debatirse y degradarse en una decadencia sin fin.
Estas dos cuestiones, han permanecido y discurrido a lo largo de los años de esta “joven” democracia afectando la vida de millones de argentinos, con un “bajo perfil”, tratando de ser ocultadas y escamoteadas de la agenda política tanto por la clase dirigente como por los medios masivos para evitar el debate público.
Y así han sido convalidadas por los diferentes gobiernos democráticos relatando “verdades a medias” y con el argumento de que no existía otro camino, incluyendo detalles y cláusulas lesivas e indignas para el interés colectivo, de espalda a un pueblo que en su inmensa mayoría las ignora y al que le hicieron creer que estos asuntos habían sido solucionados; esto hasta estos últimos días en que reaparecen en toda su dimensión.
Al ser algo que nunca acaba y siempre nos están exigiendo algo más, la deuda externa y el conflicto con Inglaterra se han convertido en un pesado cepo que aprisiona la voluntad de la Nación, limita seriamente su autonomía y las posibilidades reales de un desarrollo independiente y sustentable y cercena la soberanía política del Estado Nacional en la toma de sus decisiones. Como verdaderas vueltas de tuerca al cepo para incrementar el control del país, estas cuestiones reaparecen periódicamente e irrumpen y se instalan en la agenda cotidiana de preocupaciones de la sociedad y del ciudadano, a pesar del esfuerzo que hacen el gobierno, la oposición y los medios para sacarlos del foco de atención de la gente relativizando su importancia, realizando abordajes parciales y descontextualizados, desinformando o encubriendo los problemas reales entreteniéndonos con teatrales confrontaciones verbales entre “oficialistas y opositores”, que parecen clases aceleradas de instrucción cívica y derecho constitucional sobre las formalidades y procedimientos de la democracia y la “institucionalidad” del país.
Han transformado al Congreso en el escenario de un “sainete” político en lugar de convertirlo en la caja de resonancia del debate y la coincidencia nacional en torno temas estratégicos que son de su incumbencia como el endeudamiento externo y la política exterior del país.
La recurrencia por estos días de la deuda externa y Malvinas a la agenda de la política es positivo, porque la instalación publica de estos temas, que hay que ayudar a sostener para que no desaparezcan, trae discusiones que sirven para enriquecer el conocimiento de los ciudadanos con mucha información que estaba ocultada para que formen su opinión especialmente las nuevas generaciones a la que se les ha hipotecado el futuro.
El ejercicio por el Estado de una soberanía debilitada constantemente por el concepto de soberanía de baja intensidad que nutre a la política argentina ha permitido la implantación y la expansión incontrolable de los modelos agro exportador basado en la agricultura química y el minero exportador de la mega minería metalífera a cielo abierto que prefiguran a nuestra democracia como una democracia colonial.
Pocas dudas caben ya que la deuda externa argentina es fraudulenta e ilegítima.
Serias investigaciones de muchos y verdaderos patriotas, entre ellos Alejandro Olmos, que terminaron en un proceso penal con fallo favorable en el juzgado del juez Ballesteros ( año 2000) y en otros dos procesos penales en curso, demuestran con claridad que la mayor parte de la deuda es un fraude montado por Alfredo Martínez de Hoz y Cia durante la dictadura militar, quien “decreto el endeudamiento forzoso” del Estado Nacional y las empresas públicas para que se convirtieran en “receptores pasivos” de créditos externos que en gran parte fueron desviados, con otros destinos que hasta hoy se desconocen.
Por otro lado promovía que las empresas privadas (no precisamente Pymes) tomaran préstamos en el exterior; esta deuda privada en los finales del gobierno de “facto” fue convertida en pública (Cavallo mediante). Cuando finaliza la dictadura militar nos encontramos que el Estado Argentino es deudor de u$s 45.000 millones y todos los argentinos convertidos en “garantes solidarios” de esa deuda hasta el día de la fecha.
Esta deuda le fue transferida a “libro cerrado”( junto a su manual de procedimientos, la ley de entidades financieras) a la democracia que nacía en 1983.
La clase política argentina, la que nos iba a gobernar y los que serían oposición, la recibió “entera” sin auditoria, sin revisión y aun conociendo como se había generado cuyos, la aceptaron.
La escandalosa deuda externa argentina no fue investigada por ningún gobierno de la democracia; por el contrario fue transcurriendo por 27 años de vida democrática pagándose y reciclando con canjes y negociaciones que incrementaban su masa de capital e intereses y las “comisiones” de los “negociadores”, a través de actos escandalosos como el Plan Brady, el blindaje, el mega canje, la renegociación y canje de 2005.
Durante un largo de un recorrido de más de treinta años la deuda externa fue una maquina succionadora de recursos de pueblos, de ciudades, de provincias, de regiones; de recursos de la salud, de educación, de seguridad; del salario de jubilados y de la plusvalía producida por los trabajadores que a fines de 1975 participaban del 48% del PBI y luego nunca más pasaron del 28% del PBI (menuda transferencia de riqueza). La deuda externa se viene chupando la riqueza de la Argentina y el trabajo de su pueblo.
En esta historia es curioso ver como se repiten nefastos personajes como Domingo Cavallo, Daniel Marx, Manchinea y otros, que sin embargo no eximen de la responsabilidad que tuvieron los presidentes de los gobiernos de la democracia, junto a vastos sectores de la clase política, por ignorancia, desaprensión, o complicidad.
Siguiendo el curso de esta historia de la deuda con sus secuelas de postergaciones, carencias y pobreza, el gobierno nacional nos propone para superar éstas, el “desendeudamiento” para poder volver al mercado internacional de capitales a tomar créditos a bajas tasas.
Para ello lanza un nuevo canje de los bonos que no aceptaron presentarse al canje de 2005, los famosos “holdouts”, que quedaron fuera derogando la ley cerrojo en el Congreso con acuerdo de la oposición; promueve el pago de servicio de la deuda a organismos internacionales y acreedores privados con reservas (para mostrar voluntad de pago para que nos vuelvan a prestar), sin ninguna revisión y legitimando de manera explícita una deuda ilegitima, ya no sospechada sino probadamente fraudulenta en su mayor parte..
Todo con el “guiño”, el auspicio del departamento de Estado de EEUU y el beneplácito de Wall Street y el alborozo del JPMorgan, del City Bank, el Goldman Sach, el Barclays (los nuevos bonos del endeudamiento se colocarán en el mercado bursátil norteamericano).
En esto se puede observar una coincidencia plena entre el gobierno y la oposición, pagar la deuda sin revisión.
En realidad lo que están discutiendo y de manera escandalosa es la forma hacerlo.
Unos pretenden pagar con reservas y otros con ajuste fiscal; pero finalmente llegaran a un acuerdo.
De todas formas las consecuencias serán siempre las mismas: el perjuicio material y espiritual del pueblo trabajador.
Tanto “oficialistas” y “opositores” están disputando una carrera vertiginosa para “volver a los noventa”.
El argumento oficial para “desendeudarnos” es “ganar soberanía” y “disponer” de recursos para aumentar el crecimiento.
Esto es en mi opinión falso, porque lo que nos está anunciando es una paradoja: “desendeudarnos” (seguir pagando) para “endeudarnos” aún más ( recursos para el desarrollo?).
Este gobierno nacional, que se dice “inspirado” en el peronismo, no puede ignorar que el “endeudamiento externo” es un instrumento que está pensado para no ser pagado, sino para la sujeción y el sometimiento de la voluntad de la Nación, porque estas deudas no se terminan de pagar nunca, aun pagando.
De esto los argentinos tenemos algo de memoria y experiencia; cuando en marzo de 1976 cuando nos pusieron los “grilletes” Argentina debía cerca de u$s 5.000 millones y después de 34 años debemos u$s 170.000 millones, luego de haber pagado una vez y media esa deuda.
Por lo tanto el discurso oficial es cuando menos hipócrita y pone de manifiesto la flagrante contradicción de un gobierno que se precia de “nacional y popular” que parece decidido a condenarnos a “vivir pagando para morir debiendo”.
Pero en esta Argentina del “cambalache” y la decadencia sin fondo, la capacidad de asombro no termina de colmarse, cuando escuchamos a los sectores “progresistas” y “obreros” ( CGT, “la columna vertebral”) que apoyan y acompañan al gobierno en esta medida, muchos autoproclamados como “peronistas”, tratando de convencernos que el camino de la liberación pasa por el pago de la deuda externa (cuando hace algunos años se rasgaban las vestiduras contra el FMI y el no pago de esa deuda); parece que han descubierto que por una simple transacción financiera se puede comprar nuestra soberanía a la usura internacional.
Cuando uno se pone la soga al cuello no le puede pedir al usurero que la saque cuando uno quiere, sino que como mucho la va aflojar para no ahorcarte; si uno se quiere liberar debe cortar la soga. Los muchachos parecen haber olvidado que los pueblos no compran su soberanía sino que la conquistan. Lo único que les falta es convocar un acto a la Plaza de Mayo, la de del 17 de octubre, para reclamar esta vez el pago de la deuda.
En cuanto a la presidente, que pide si alguno tiene una idea mejor para solucionar el tema de la deuda, yo le aconsejo que primero calme su ansiedad desbordada y le ponga freno a la desesperación con que quiere pagar; que pise la pelota y le preste atención a las investigaciones y conclusiones de los procesos judiciales, que ya, tienen fallo (caso Olmos) y aquellos con fallos próximos a salir.
Que conforme a un comité de expertos nacionales y extranjeros de economistas y juristas, que revisen la deuda, investiguen los mecanismos fraudulentos con que fue generada y determine responsables, que convoque a los acreedores a certificar sus acreencias y se establezca el verdadero monto de la misma; en una de esas se sorprende que con bastante menos de la mitad del monto actual de la deuda puede solucionar la misma.
Para que usted le pueda explicarle al pueblo.
Que enfríe el juego; no hay urgencias.
Que piense que el mayor crecimiento económico del país (el de las tasas chinas) 2003 – 2008, coincidió con la etapa de menor endeudamiento publico (post default) y a pesar que se siguieron pagando los servicios de la deuda, de que se pagó al FMI, de que las empresas extranjeras remesaron al exterior sus ganancias (que fueron muchas) sin control, y de que hubo importante fuga de capitales. Al crecimiento lo hizo posible solo el esfuerzo del pueblo argentino.
El “endeudamiento para el desarrollo” es la idea de un “neodesarrollismo” tardío que los argentinos ya hemos padecido.
Que entienda que un modelo de desarrollo nacional, con independencia necesita en primer lugar del trabajo genuino del pueblo argentino ( que es capital acumulado), en segundo lugar el ahorro nacional ( entre otros los activos del sistema previsional que superan los $100,000 millones, las divisas que ingresan del comercio exterior en impuestos y reservas) que no es poca cosa, y recién en tercer lugar los prestamos e inversiones extranjeras que son complementarias y siempre que no condicionen nuestro crecimiento y el interés nacional.
Ahora si cree que el camino es pago de la deuda y más endeudamiento externo, le pediría que a la “marcha” que tardíamente ha adoptado le cambie algunas estrofas, para que diga “…todos unidos pagaremos” …”defendiendo el capital (global)”….
Ya es hora que los gobiernos terminen con el slogan “los argentinos debemos honrar la deuda” y comiencen a honrar al pueblo argentino.
En medio del “barullo” producido por la deuda y las maneras de pagarla, aparecen los ingleses; en realidad no reaparecen siempre han estado ahí, en nuestro sur, pero nuestros sucesivos gobiernos democráticos incluido éste han tratado de no verlos.
No pueden ignorar los acciones concatenadas que Inglaterra ha venido tomando como , ampliación de la zona de exclusión, explotación pesquera (“depredatoria”) en la zona, construcción de la base militar en Monte Pleasant (con una pista de aterrizaje que agrega a la de Puerto Argentino), la constitución de la “Task Force Malvinas” que tiene a disposición aviones Typhon, dos submarinos y cuatro fragatas ( lo que conduce a la militarización de la zona), la inclusión de Malvinas y archipiélagos del sur como territorio de ultramar de la Unión Europea por el tratado de Lisboa (lo que le da a los ingleses la cobertura de 27 países europeos, eleva de facto a Monte Pleasant a la categoría de base de la OTAN y transforma el conflicto bilateral con Argentina en conflicto regional), el reclamo presentado de ante la Convención sobre los Derechos del Mar de la ONU, por las 350 millas de plataforma marina de los archipiélagos de Malvinas, Georgia y Sándwich que se superponen con 4.000.000 de km2 de lechos y subsuelos argentinos a quien los británicos niegan todo derecho, la reserva que hace sobre sus derechos en la Antártida y mar circundante, la licitación de áreas de exploración y explotación petrolera.
Recién cuando llega la plataforma marina de Desiré Petroleum, que tiene más de un mes de viaje desde Escocia, se le cae la ficha a la cancillería para desplegar una acción diplomática de “perfil más elevado”.
Inglaterra ha venido ejecutando actos de posesión contundentes en un territorio que ocupa sin derechos (salvo el de la fuerza) que le permiten expandir y consolidar sus intereses geopolíticos y geoeconómicos como “estado ribereño” en una región ubicada a mas de 12.000 Km. de Londres, ante una diplomacia argentina replegada, pasiva y sin convicción, para la que el asunto Malvinas no es ni ha sido prioritario, que no ha logrado evitar que los ingleses nos arrinconen y nos bloquen en el sur afectando y amenazando seriamente todos nuestros intereses y su proyección en un espacio que naturalmente nos pertenece.
Argentina en los últimos treinta años no desplegó una acción diplomática sostenida, que llevara la iniciativa, que fuera eficaz; nuestra diplomacia osciló entre la política de “relaciones carnales” y una política “reclamativa” ante foros internacionales, siempre detrás de los hechos consumados por Inglaterra, sin beneficios, muy alejada de la histórica posición de Argentina, decidida y contundente, en defensa de la soberanía nacional en Malvinas y archipiélagos del Atlántico Sur y en la Antártida (cuya última expresión fue el incidente por la misión Shackleton y el retiro de embajadores en enero de 1976).
Pero la actitud diplomática claudicante no es casualidad, sino tiene que ver con los compromisos asumidos por esta democracia respecto a Malvinas desde su inicio, el primero fue la aceptación y la ejecución de una vergonzante política de desmalvinización que dura hasta nuestros días que se manifiesta en una acción solapada, pertinaz sobre la moral y el espíritu de la Nación, destinada no solo a olvidar a los combatientes y sus actos heroicos, a ocultar y deformar la historia, sino también y como consecuencia, a debilitar la conciencia colectiva sobre los derechos de propiedad que le asisten históricamente al país, a resignar la voluntad para ejercer la posesión efectiva de esos espacios, a instalar la sensación de impotencia ante la imponente magnitud de estos espacios geográficos ( incluida la Patagonia) y la imposibilidad de ocuparlos y desarrollarlos por nuestra “incapacidad” y “forma de ser”, a fomentar el desapego y desidia sobre estos territorios y las riquezas que en ellos se encuentran que facilitan la usurpación y la venta, en este caso en nuestro sur continental de cientos de miles de hectáreas en áreas estratégicas a magnates extranjeros ( algunos ingleses) y a mega empresas mineras de capital inglés o de países del Commonwealth , en definitiva a renunciar a nuestro destino histórico de ocupar y dominar estas tierras y mares en sur.
Esta política de desmalvinización que debería llamarse de des argentinización va más allá de las Malvinas, está dirigida y afecta todo el espacio territorial a la que las islas pertenecen indivisiblemente Patagonia, islas Georgias del Sur, islas Sándwich del Sur, Antártida, mares, plataforma y subsuelo (es la forma de pensar y entender Malvinas).
El segundo gran condicionante es el humillante Acuerdo Tratado Anglo Argentino sobre Malvinas firmado por Menen – Cavallo en 1990 sin que pase por el Congreso de la Nación que nos crea obligaciones que abarcan todo el territorio nacional y comprometen la soberanía del país en las áreas de relaciones exteriores, económica (estatus para Inglaterra de nación más favorecida y garantía a sus inversiones) y militar.
Estos acuerdos están vigente y fueron elevados en su momento al secretario general de la ONU para que fueran distribuidos como documento oficial a la Asamblea General y al Consejo de Seguridad; además fueron enviados a la OEA y a la Comunidad Europea Considerando estos antecedentes, el emplazamiento de una base militar de envergadura en las islas, con el consiguiente control sobre rutas marinas y pasajes bioceanicos junto a un importante desarrollo económico (petrolero, gasífero e ictiocola) va gestando, sin oposición alguna, una zona de intereses resultante de la geopolítica inglesa que va presionando fuertemente sobre la zona Argentina colindante, amenazando seriamente su seguridad, debilitando progresivamente sus intereses, su cultura y su identidad, bloqueando su proyección a la Antártida y poniendo en grave riesgo el control político, económico y militar del Estado Nacional sobre el territorio al sur del Río Negro.
Al aumentar la “tensión” en estos días entre nuestro país y Gran Bretaña por su iniciativa unilateral de explorar y explotar hidrocarburos en las islas, no se puede estar en desacuerdo con las medidas adoptadas por nuestro ejecutivo: decreto que controla y limita el transito marítimo desde el continente y por agua territoriales hacia las islas, la acción desplegada por la presidente en la cumbre de Cancún de los presidentes de Latinoamérica y el Caribe donde logro el apoyo a nuestra posición de los países hermanos, el envío del canciller ante el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, para solicitarle que “redoble sus esfuerzos de buenos oficios” ante Gran Bretaña para que esta no cometa más actos unilaterales y frene la exploración de petróleo. Sin embargo Inglaterra con su soberbia imperial históricamente hace caso omiso a declaraciones y resoluciones de organismos internacionales, no dialoga, no negocia, ni cede.
No estamos ante un amigable “estado ribereño” (categoría que nunca debemos otorgarle) sino frente al enemigo histórico, con quien libramos 3 guerras en nuestros 200 años de vida.
Por lo tanto el gobierno debe tomar medidas efectivas, concretas, (en serio) que impacten los intereses británicos en el Rió de la Plata, más allá de declaraciones y de medidas algunas sacadas del manual de quejas del derecho internacional global , que puedan detener el constante avance inglés y conservar al menos lo que nos queda.
Hay sobrados motivos para que nuestra chancillería convoque al embajador de Gran Bretaña, para expresarle las protestas formales ante la escalada miliar de su país en el Atlántico sur al enviar a la zona dos submarinos y dos fragatas que forman parte de la Task Force de Malvinas. Esto es en primer lugar violatorio de los acuerdos de Madrid de 1990 que establece que los buques y aeronaves inglesas deben comunicar y por escrito con 25 días de anticipación el desplazamiento de unidades en territorio marítimo comprendido entre las costas argentinas y el meridiano 20w y los paralelos 40S y 60S. Esta comunicación no existió como tampoco la hubo cuando movieron los cuatro aviones Typhon, caza bombarderos de última generación en noviembre pasado a la base de la RAF en monte Pleasant.
En segundo lugar esta escalada militar que afecta de manera objetivable nuestra seguridad e integridad territorial puede ser interpretada como una agresión que motive la expulsión del embajador británico. Como la militarización del Atlántico Sur además afecta los intereses y seguridad de Suramérica ya amenazada por el Comando Sur, la IV Flota, las bases de Curazao, Aruba, Panamá, Colombia, Argentina debe convocar urgente a la UNASUR y su Consejo de Defensa para buscar un marco de apoyo para las medidas diplomáticas y de otro tipo que adopte y para promover y acordar una política regional común ante el conflicto con Gran Bretaña.
Si Argentina pretende que los países vecinos pasen de la actitud meramente declarativa a la adopción de acciones concretas, deberá primero tomar medidas hacia adentro que muestren una decisión clara y convincente de defensa de sus intereses soberanos, como ser:

1-Elevar los acuerdos /tratado de Madrid al Congreso de la Nación por donde nunca pasaron, para que sean denunciados, porque además de haber sido violados por Inglaterra son un verdadero estatuto del coloniaje que ejerce una patria potestad, sobre nuestra política exterior, militar y económica que nos incorpora de facto en épocas del menemato al Commonwealth. La derogación de este tratado haría caer la condición de “Nación más favorecida” en las relaciones económicas.

2- Derogación de la ley 24.184 por la que fue ratificado el Tratado de Garantías de las Inversiones inglesas firmado en Londres en 1990.

3-El estado Argentino debe sancionar con rigor y hacerlo público, a las empresas británicas o no que operando en nuestro territorio continental tienen intereses comerciales con empresas que operan en las Islas Malvivas con licencias otorgadas por Gran Bretaña, porque existe una legislación nacional al respecto que debe ser cumplida. Por ejemplo el banco británico Barclay’s contratado por nuestro ministerio de economía como “coordinador global” del canje de deuda que se ha abierto y que dio origen al fondo del bicentenario, es accionista de Desiré Petroleum la empresa que ha iniciado las actividades exploratoria en las islas, y también de la Broders & Southern Petroleum otra empresa con concesiones en Malvinas y que a la vez es accionista del emprendimiento minero de Bajo de la Lumbrera en Catamarca. Lo que se debe hacer en virtud de esa legislación vigente es derogar el contrato con ese banco para manejar el canje de deuda. Sin embargo hace pocos días el gobierno argentino lo ha ratificado. Suspender la licencia (entre otras penalidades ) de la empresa BHP Billiton multinacional minera de capitales angloaustralianos que tiene derechos de explotación de oro y cobre en Salta en un territorio de 40.000 ha( propiedad del senador nacional J.C.Romero)porque es socia de la compañía Farklans Oil & Gas que opera en Malvinas. Se debe penalizar también al banco HSBC que asesora y tiene “intereses” en la empresa Rockhopper Exploration otra de las que han obtenido concesiones de exploración y explotación de petróleo en las islas. Las multinacionales pesqueras que pescan en las 200 millas argentinas y tienen además buques operando en Malvinas.

4- Mientras se investiga la compleja red de relaciones de las empresas trasnacionales que operan en nuestro país y en las islas, el Estado Nacional, suspendiendo las garantías a las inversiones y la condición de nación más favorecida puede presionar fuertemente a las empresas inglesas en nuestro país, entre otras la Britis Petroleum dueña del 65% del capital de la Panamerican Energy a quien se le prorrogó hasta el año 2047 la concesión de Cerro Dragón, la más grande reserva petrolera de Argentina, distribuida entre Chubut y Santa Cruz o el banco Santander aunque aparece como español pertenece a capitales británicos, más precisamente al Banco Real de Escocia propiedad de la corona inglesa ; empresas de seguro (Zurich), laboratorios medicinales (Glaxo, Astra), empresas de neumáticos, alimenticias, controlando sus remesas de utilidades al exterior y otros beneficios algo que hoy no se hace.

5-Envío urgente al Congreso de la Nación de una ley que prohíba la venta a extranjeros de tierra, especialmente sobre las costas atlánticas y la cordillera que son zonas de seguridad de fronteras. Revisar las grandes ventas efectuadas y transparentarlas.

6- Reabrir e incrementar inmediatamente instalaciones militares en el sur (como elemento de disuasión) terminando con la estupidez que somos un país sin hipótesis de conflicto e impulsar una política demográfica con una fuerte promoción para ocupar y poblar la Patagonia.

7-Enmarcar estas medidas con una acción diplomática inteligente y sostenida producto de una política exterior inspirada en una geopolítica nacional y continental coherente con los tiempos de integración que vive Suramérica.

Si vamos a luchar para defender los intereses nacionales hagámoslo en serio y con dignidad.
Debemos animarnos a romper con la tutela política, económica, militar y cultural que los ingleses ejercen sobre nosotros,
Para esto no alcanzan con los reclamos y las declaraciones “testimoniales”.
La soberanía se ejerce a través de medidas y acciones concretas y efectivas que además sirvan para romper las falsa opciones que nos presentan para dirimir este conflicto, la vía militar ( imposible) o sino hacer algunas cosas dentro del “status quo” ,simulaciones que nada cambian, que es lo mismo que resignarse a aceptar que nada puede hacerse.
El Estado Nacional tiene los instrumentos necesarios para tomar y hacer efectivas estas medidas. Depende solo de la decisión política de la conducción del Estado.
Si no lo hace es un claro indicador que carece de un mínimo umbral de poder para tener autonomía en sus decisiones y ejercer la soberanía.
En un país sin soberanía no puede acometer la empresa de un proyecto nacional que nos conduzca a la realización de una Nación justa, libre y soberana.
Con este escrito, modestamente solo estoy tratando de llamar la atención de los argentinos sobre problemas graves que no ocurren en un país virtual o de ficción sino en la Argentina concreta de hoy, y discurren y nos afectan sin que los percibamos, por ignorancia o desaprensión, o tal vez porque el gobierno y la dirigencia política encargados de resolverlos les restan importancia y relativizan la magnitud que tienen.
La realidad demuestra que estas cuestiones están afectando seriamente y de manera creciente la vida cotidiana de cada compatriota, de cada familia argentina y de la comunidad nacional.
Argentina debe encontrar pronto una solución inteligente y definitiva a esta situación, caso contrario continuará por la senda de su constante declinación social, cultural y moral, desdibujando su identidad y resquebrajando su unidad política y espiritual, lo que la conducirá convertirse en una Nación sin destino e inviable en el mundo que viene.
Es hora de defender a la Nación, para lo cual los argentinos tendremos que entender que el requisito esencial, es transitar el camino de la unidad nacional despertando la conciencia colectiva de que todos somos parte de un histórico común destino de grandeza, superando las confrontaciones facciosas, mezquinas y sectoriales y la fragmentación social, que nos debilita ante la envergadura de la amenaza externa que se cierne sobre nosotros.
La soberanía es un concepto insustituible de la política.
En el momento que deja de estar presente en la política, la Nación deja de ser y se simula.
Y cuando la Nación pierde, pierde el pueblo trabajador.

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